Nacimiento
Modelado en arcilla.
Iglesia Santo Domingo
(Cifuentes Guadalajara).
Realización en Mármol.
Seminario Redemptoris Mater de Lezhë, (Albania)
Fotografías y memoria de autor.
MEMORIA DE AUTOR
Cuando recibí la propuesta de este encargo, me vino a la mente, casi instantáneamente, el pasaje: “¡Oh cielos lloved de lo alto, oh nubes mandadnos al Santo, oh tierra, ábrete oh tierra y brota al Salvador!...”, (Is 45, 8), porque el lugar destinado para la colocación de las imágenes está al abrigo de una gran roca de la que destilaba agua, que emergió en el proceso de desmonte necesario para construir el seminario Redemptoris Mater de Lezhë, Albania. Este hecho de estar en una elevación, a la vista de todo el valle que se extiende a sus pies, me recordó también aquel pasaje: “No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de un monte” (Mt 5, 14).
Un lugar en lo alto que emerge de la tierra y que tiene la misión de ser visible y evangelizar desde ahí. Que la evangelización brote desde allí y se extienda por los valles y suba por las montañas de un país donde sus habitantes han tenido el Cielo cerrado durante décadas. Sigue Isaías:“… somos tierra, somos arena, Maranatha; somos viento, nadie nos oye, Maranatha; somos tiniebla, nadie nos guía, Maranatha; somos cadenas, nadie nos libera; tenemos frío, nadie nos cubre; tenemos hambre, nadie nos nutre; tenemos lágrimas, que nadie enjuga; nuestro dolor nadie consuela, Maranatha, Maranatha…”. Aquí nace Cristo para ellos, ¡El Señor viene, Maranatha!. En un principio cuando este texto me vino a la mente no sabía que precisamente es un texto de Adviento, un canto de Adviento, el tiempo de preparación para la Navidad, para el nacimiento de Cristo.
En la composición podemos ver a San José, judío observante de la Ley, con el manto ceñido, que, asumiendo ya su misión, arrodillado adelanta su mano para dar su bendición.
El Niño mira al Mundo, desnudo, verdadero Dios y verdadero hombre, en un pesebre de piedra que ya indica con su forma de sepulcro, su misión redentora.
La Virgen María, recién parida, dolorida y frágil, lleva sus manos al pecho y al vientre y desde un sutil distanciamiento, mira con inquietud a su hijo amado. Su manto es como una cumbre desde la que se desploman acantilados, valles y oquedades, como las montañas de la impresionante y bella orografía del llamado “País de las águilas”.
La piedra elegida es un mármol de sorprendente blancura procedente de Macedonia, a mi entender igual o mejor que el mejor Carrara. La luz penetra en él unos centímetros dando a las imágenes un aspecto algo vaporoso y onírico a determinadas horas del día. Las tres imágenes salieron de las tres partes en las que se dividió un gran bloque y cada una de ellas está hecha de una pieza. En un principio la obra iba a ser realizada en una madera capaz de soportar la humedad y los avatares meteorológicos del lugar pero, finalmente, gracias a la impagable y desinteresada ayuda de Arpeg, en Pllane, Lezhe, que por medio del vicerrector del seminario se ofrecieron a ayudar en lo posible y a buscar, desplazándose personalmente a Macedonia, el mejor mármol posible, se pudo realizar en un bloque de mármol Sivec totalmente blanco.
Para hacer estas esculturas primero hice un esbozo bastante aproximado modelado en arcilla, con estructura de hierro ligado con alambre y red metálica a escala 1:1 (calculé aproximadamente, por curiosidad, que San José mediría unos tres metros si se pusiese de pie). Cada una de ellas fue realizada por separado, sobre plataformas móviles de madera que construí para la ocasión. Esta primera parte del proceso tuvo lugar en el coro de la iglesia de Santo Domingo, en Cifuentes, por cortesía del ayuntamiento de la villa, un marco incomparable, a donde subí todo el utillaje y unos cientos de kilos de arcilla. También en esta iglesia, pero en el crucero, había realizado ya un gran Cristo Crucificado en madera para Minnesota y un San José enseñando a andar al Niño que ganó el Primer Premio Internacional en la modalidad de escultura convocado por FAFCE y del que hay copias por América y Europa.
Después se hizo una lectura 3D de cada imagen y ya en Albania, una máquina se encargó de hacer en la medida que permitían las obras, el tedioso desbaste (tedioso cuando ya se sabe el destino final del mismo, no como cuando se hace talla directa, donde el desbaste es un proceso apasionante de búsqueda y encuentro con la obra).
A este desbaste sucedió mi labor de escultor en piedra para la finalización de la obra, un proceso en el que rehíce rostros y manos, recompuse telas y cambié algunos volúmenes, retranqueé una mano…siempre con herramientas abrasivas, sin percutir apenas, dada la fragilidad enorme de algunas partes, como por ejemplo el brazo extendido de San José, que podía partirse ya desde el hombro. Para esta parte me desplacé a Albania, en dos viajes. Allí el contexto era totalmente distinto: duro, industrial, postcomunista, albanés, tremendamente inspirador, yo no podía encontrarme más motivado por lo genuino, fascinante y diría que brutalmente bello del lugar.
El transporte del conjunto y la colocación en su lugar definitivo, una plataforma con graderío de hormigón, granito y mármol, salió increíblemente bien a pesar de lo difícil que era técnicamente, y de lo frágiles que eran las esculturas. Al final nada se rompió y solo se mancharon en algunas partes, un asunto de fácil solución.
Hay que asumir que toda obra conlleva una “preparación”. Siempre ocurren paralelamente cosas, a veces de enorme intensidad y que quedan en el estudio o taller, pero que siempre impregnan la obra. La mayoría de las veces son procesos íntimos que allí quedan, pero voy a comentar tres de los hechos que me han ayudado en esta obra.
El primero al principio del modelado. Por distintas causas personales, tuve una experimentación terrible e inesperada de tristeza profundísima que me duró unos meses. No existía la esperanza ni la paz, el cielo estaba cerrado, la vida se me hacía insoportable. Afortunadamente todo pasó. Una tarde ya en Albania me di cuenta de los miles que allí sufrieron lo mismo durante décadas, esta preparación previa a la que no veía ningún sentido en su momento, había sido una ayuda inestimable para experimentar algo, una minimísima parte, del sufrimiento que tuvo durante décadas el pueblo albanés.
Después tuve también una experiencia fuerte en las urgencias de un hospital en Albania, donde me descubrieron una cardiopatía. Dios se manifiesta en nuestras debilidades, por eso bien podemos presumir de nuestras ellas, porque cuando somos débiles somos fuertes, porque entonces es Cristo quien da la fuerza como dice san Pablo.
También entre un viaje y otro me partí una pierna que me tuvo unos meses parado y que gracias a Dios ha soldado bien. Aquí vi claramente que no está en mi mano disponer del tiempo, todo debe tener un momento óptimo que está fuera de mi comprensión y proyecto.
En Masegoso de Tajuña a 27 de septiembre de 2024